viernes, 28 de febrero de 2020

María

María era mi gitana favorita! Ella cuenta que de joven era muy guapa, cosa que yo no cuestionaba, pero quizás pensaba que había llegado tarde para contemplar dicha belleza, ya que la mujer que tenía delante tenía la cara cansada, el cuerpo castigado y el alma en ruina. De hecho, alguna vez pensé echar la culpa a la droga, otras veces a la medicación que solamente distinguía por colores. Incluso llegué a sospechar que el estigma de su enfermedad mental o su discapacidad intelectual, habían sido cruciales en su desgracia. Tampoco descarté que sean los amores frustrados que haya podido tener a lo largo de su vida, de marido maltratador, a amante vividor, después aquel de la moto que se aprovechaba de su inocencia.
Simplemente a sus 40 tacos, parece que siempre había estado en guerra continua por y para vivir, disimulando la decepción por la familia que le había tocado. Aun así, siempre aprovechaba la ocasión para hablar de su padre con cierto orgullo, un gitano de toda la vida, súper elegante, firme y controlador. Pero siempre le tenía un cariño especial.
María miente con gracia, promete por costumbre e incumple por capricho. Una víctima clasificada como delincuente con historial, rebelde como ella misma. Ama con nobleza, y odia sin rencor. Lucha queriendo perder, Y pierde luchando como aquel que nunca cató con sus labios el dulce gusto de ganar. Sin embargo, quererla era obligatorio porque no había más remedio que hacerlo.

martes, 25 de febrero de 2020

¡Madre e hijo!

Le agarró fuerte, era medio abrazo medio desgarro. Ella no sabía si soltarle o retenerle contra su pecho. Sin embargo, sus lágrimas no la dejaban verlo con nitidez, aun haciendo esfuerzo con el ojo medio ciego. Su corazón latía con ganas, su respiración se cortaba, la voz le temblaba. Aun así, pudo pronunciar un espero verte pronto, cuídate o que dios te bendiga! Tal vez no eran ni siquiera frases, sino un tartamudeo de palabras sueltas que él hizo el esfuerzo de juntar. En este justo momento, él pensó que su madre sentía lo que sentía cualquier madre que acababa de soltar a su hijo mar adentro hacia la vida.
Ella lloró para fuera, él lloró por dentro. En un momento, ella se quedó con los brazos vacíos, él con el corazón encogido. En seguida se apresuró a bajar las escaleras de su casa; de dos en dos, de tres en tres…y luego perdió la cuenta. Solo quería alejarse para dejar de sentir el dolor de la despidida.

Sueño

 En mis naufragios no echo la culpa a la mala mar Nadie me ha robado la tierra firme Ni el viento me ha empujado O digo que he zarpado del p...